También me siento mal porque algunos celebran como si un premio al cine sea como un partido ganado por la selección. Hoy veré el Angel del Once y seguramente hablará de Claudia Llosa. Hasta Desde el Tercer Piso -que siniestramente para mal de las neuronas está teniendo un giro cultural- habla de La teta asustada, al mismo nivel verbal (*) que lo hace Alan García, presidente que quién sabe qué cosa entenderá por arte, por cine, por cultura. Mucho más misterioso es saber qué considera arte, cine, o cultura de calidad. Lo que le he entendido es esto: un premio para el Perú es casi como un nuevo TLC. Un producto local exportado y consumido con satisfacción en el extranjero.
Y finalmente me siento mal porque en abril, cuando se estrene La teta en el Perú, empezará el nuevo ciclo de discusiones sobre arte vs. historia, ficción vs. realidad, estética vs. sociología. Es revisitar, como siempre, esa mesa redonda donde Arguedas recibió la crítica fulminante de que su novela Todas las sangres no guardaba correspondencia con la realidad. Es decir, se comenzará a hacer política -¿qué cosa no es política al fin y al cabo?- y aparecerán los que ideologizarán la teta y los que estetizarán la teta; los que la denigrarán por ser racista y los que la ensalzarán -¡ya lo están haciendo y no la han visto!- porque presenta, ahora sí, cierta verdad sobre la violencia en el Perú. Son los mismos que desestimaron Vidas paralelas porque solo mostraba un lado -y muy tergiversado- de las cosas, o sea, porque mentía. ¿Forrest Gump era importante porque tocaba la problemática de los savants en la historia americana? Quizás para algunos gumps locales, sí. Nada es inocente, enseñó Said.
Así empiezo la semana, angustiado por la teta por venir. Me angustia saber que los productos lácteos de Gloria no me harán crecer y recordar cómo Garcilaso escribió que mamó la tradición oral inca de la leche materna. Y también me angustia sentirme transportado a esas imágenes de leches y tetas que aparecen tanto en Macbeth y en boca de Lady Macbeth, ambiciosa dama que clamaba a gritos que su bondadosa leche sea cambiada por hiel porque quizás así su esposo, al mamarla, podría obtener ese plus de vitamínica malignidad para cometer el tan ansiado regicidio.
En fin. Me siento mal. He tomado algo de yogurt y nada. La cabeza me sigue dando vueltas y se repite solo una cosa: la ficción nunca sabe para quién trabaja.
"Mala leche", me responden por ahí.
(*) El primero que descifre lo siguiente ganará un póster gigante de Bloodyhell :
La Teta Asustada. Nombre duro y a la vez conmovedor. Símbolo a la vez del miedo y del amor. Reflejo de lo que somos.
Y que el Perú, recordando lo que fue y lo que no debe volver a ser, y teniendo orgullo por tener creadores que con calidad nos lo recuerden, vaya encontrando el rumbo que alguna vez podría tener para dejar de ser el país adolescente que siempre fue y, esta vez, llegar a su madurez.